Proyecto realizado con el grupo Lúdica Teatro &  Performance de Aguascalientes, obtuvo la beca de producción 2009 del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes.


Ganador del I Rally Espresso Film Fest en el marco del Festival de cine de terror Mórbido, en Tlalpujahua, Michoacán. Se presentó en el marco del UNIFEST, Madrid en 2010. Guionismo y dirección.







Yo he sido una marioneta:un mendigo,un poeta, un peón y un rey; he estado arriba y abajo, adentro y afuera. Y sólo sé una cosa: cada vez que he caído de bruces, me he levantado y seguido mi camino. (Anónimo)

Comenzó la fiesta de los títeres en Monterrey, en un Monterrey que se despierta bajo el sol deslumbrante de la calma tras aciagos días de aguas turbulentas. Llegan los titiriteros con su carga de sueños por la que tuvieron que pagar exceso de equipaje en algún aeropuerto. Así es la vida: uno siempre anda pagando el precio de soñar.

La casa de Elvia y César se abrió de par en par, su mesa se llenó de titiriteros, de charla, de ponerse al tanto unos de otros, de charla y café. En su hermoso museo veo rostros conocidos, me son presentados rostros nuevos… y me vuelvo a preguntar ¿qué hago yo aquí? Yo nada sé de títeres y de artilugios… y tras deambular por la exposición, pequeña pero concentrada, sobre los delicados y complejos mecanismos de animación explorados por el orfebre Jorge Vega, más me doy cuenta de lo mucho que ignoro sobre estos seres frágiles y misteriosos.

Y todo es culpa de Franco Vega, pero también de Elvia Mante y de César Tavera que hicieron lo posible porque yo estuviera en Querétaro primero y en Monterrey después. Y me descubro fascinada por los títeres, atrapada entre una red de hilos, capturada para siempre por la seductora mirada de un hermoso príncipe asiático que vive en la casa de Diego Ugalde.

Espero en la terminal, llueve a cántaros… el autobús no puede salir. Una señora me pregunta a dónde voy en estas charlas de partida… cuando se entera, me mira con azoro ¿a qué voy a una ciudad hundida en el agua? Y expresa su deseo de que el agua purificadora, al menos haya arrasado con los narcolaboratorios y el crimen. No será la única que desee eso, me digo. Pero ni Monterrey está arrasada ni permanece bajo las aguas.

Unos días después es que pude pasar cerca de donde golpeó más fuerte la desgracia. Pero es una ciudad fuerte y se levanta de su caída. Hay un cáncer peor que la enferma y del que nadie habla en voz alta. Monterrey tiene miedo. Los títeres son un respiro. Por eso los titiriteros se reúnen, porque saben que llevan en sus manos las metáforas del mundo, porque pueden contar historias en las que las sombras charlan y comprenden y comprendemos los que vemos del otro lado del teatrino.

Todos tenemos el mismo rango ante Dios: somos sus títeres y para él no hay mejor ni peor,ni primero ni último. (Robert Browning)

Comparto habitación con una nicaragüense aguerrida y toda ella energía. Francisca Miranda, investigadora del CITRU, se vuelve, por unos días, mi entrañable vecina. Platicamos sin  parar, reímos todo el tiempo hasta altas horas de la madrugada. Francisca es un remolino de risas y simpatía, una mujer brillante y también, otra más que un día, súbitamente, se descubrió atrapada por el embrujo de los títeres.

Larraitz y Rodolfo, que han atravesado México desde Guatemala, enfrentando lo que se enfrenta en tres días de viaje, caminan juntos por la vida, sus marionetas de carne viven de la conjunción de sus cuerpos y engendran al faquir y nos cuentan que caperucita y el lobo están, en realidad, enamorados… como ellos. La fiesta sigue… vemos películas por la noche, en las mesas de la cena ya se empieza a bromear con la bestia. Quizá necesitemos un estacionamiento de bestias para el próximo encuentro.

Y llega la inefable, la mágica Marcela del Río a seducirnos a todos con su espectáculo intensamente femenino. Me conmueve ver en escena lo que se revisó en Querétaro sobre la metonimia, celebro sus hallazgos, nado en sus textos confiando en que rosa de los vientos me lleve a nuevas playas.

En el taller, caminos olvidados se vuelven a transitar. Se quita al polvo a viejos armarios, a pelotas olvidadas, a monedas perdidas. Sacamos a pasear a la bestia, conversamos con ella. Descubrimos bajo sus cicatrices, la intensa belleza que posee.Pilar y Armando, de Chihuahua, me preguntan, me alcanzan saliendo del taller. Quieren un montón de respuestas que, por desgracia no tengo. Pero qué bueno que estén llenos de dudas, que anhelen explorar otros territorios, no conformarse con ser menos que artistas.

Y los jóvenes del grupo, los “merequetengos” de Veracruz, con su alegría y su juventud, se encargaron de poner el desorden en el taller, de pasar los papelitos, de gastar bromas, de sacar paraguas cuando había dejado de llover. Pronto fundaremos el club de fans de Doña Barbarita de Sifón.Por las noches vemos películas.

A unas calles, un grupo de hombres intercambia balas. El mundo está cada vez más poblado por la sombra colectiva. El arte es una de las pocas acciones humanas que tiene la fuerza para cambiarlo porque conoce el idioma de la bestia y las secretas palabras que podrán apaciguarla.

Vengan, niños, coloquemos los títeres dentro y cerremos la caja, que nuestra comedia ha finalizado. (William Makepeace Thackeray).


Entre los actos de cierre en el aula magna se presenta el catálogo de títeres de la casa de los títeres, otro logro más de Elvia y César. Sus títeres ya son historia. Brindamos por ello, comienzan las despedidas.Se acerca el cierre y lo sabemos, las libretas para anotar un correo o un teléfono circulan a todas horas, las fotos, a la menor provocación.

Por la noche, Colombia presenta su hermoso espectáculo. No paramos de reír con los desplantes de una muerte vanidosa y con arranques de diva, con el poder evocador de las atmósferas logradas. Magdalena, Francisco y Sergio se llevan un merecido y nutrido aplauso. Hubo títeres, como dijeron Lourdes y Jorge.

Esa noche muchos parten… y no hay despedidas tristes, sino gozosas. Los titiriteros, lo he dicho desde que los conocí, son la rama amable de la extensa familia teatrera, una familia que por lo demás, suele practicar la antropofagia endogámica. Esta parte de la familia es casi vegetariana.

Tenemos nuestra última noche sevillana, en el patio de la casa de los títeres bajo un limonar que quisiera dormir, pero no lo dejamos y nos lanza zancudos para ver si nos vamos. Los abanicos se agitan mientras las cervezas circulan y se comentan los trabajos de la víspera. La última noche es animada por el saxofón del esposo de Mayra que generosamente cierra nuestra fiesta.

Y es el momento de hablar de los de casa. Los incansables Angélica y Toño que corriendo de un lado a otro hicieron posible que el encuentro avanzara a buen puerto, sin dejar de sonreír un momento. Ahí estuvo Luis, quien protagonizó un momento mágico en el taller y lidió con mi abanico. Y Mayra y Nelly que saltando obstáculos estuvieron en todo.

Al otro día el espectáculo sobre el bicentenario de Crearti y la asistencia de un nutrido grupo infantil fue revelador: los niños, como los adultos de este país, estamos escindidos: en la pelea entre un títere realista y uno independentista, había vitores para España y para México. El teatro no es el lugar para el consenso y no se puede tapar el sol con un dedo: hay familias que no se sienten parte de esta Patria. Y así es la cosa.

La tarde del último día comimos tamales, hicimos una larga y amena sobremesa. Repasamos los momentos vividos, tomamos café preparado por Lulú. Nos despedimos. Cerramos la caja y morimos un poco. Me llevo el amor que profesan a su arte estos admirados titiriteros. Todos ellos.

En la terminal, pasan policías con perros buscando droga. Dos hombres con el pelo a lo militar y aire misterioso aguardan el autobús a Guadalajara ¿serán zetas? Y descubro que me traje el miedo regio en la maleta. Y descubro que el miedo común me vuelve a hacer uno con una patria que llevo en el corazón porque ya no puedo fundarla fuera: no hay donde plantar banderas porque todo es territorio narco.

Bueno, al menos por cinco días los títeres fueron un respiro.Dentro del autobús, una pequeña sombra sale corriendo debajo de mi asiento ¡una rata! No… un cachorrito que alguien subió de contrabando. Lo tomó en mis manos, juego con él. Lo regresó al adolescente que asustado teme que el chofer se dé cuenta.

Y me acomodo para intentar dormir… y cuando ya está todo obscuro, algo me hace voltear hacia la parte posterior del autobús: Una imagen que apenas unos días había visto en una película me paraliza, porque al verla, comprendo. Los rostros de tres o cuatro personas que navegan en la red por medio del celular o una computadora están iluminados fantasmalmente, justo como los rostros cubiertos por una pantalla de Ink. El rostro de las pesadillas. Desisto de navegar y prefiero acomodarme para dormir… y soñar con títeres, con el largo, fresco, vivo respiro de los títeres.